Esta es la hora del agradecimiento, y tenemos la alegría de vivirla celebrando la Santa Madre de Dios. Ella, que custodia en el corazón el misterio de Jesús, nos enseña también a nosotros a leer los signos de los tiempos a la luz de este misterio.
El año que se cierra ha sido un año arduo para la ciudad de Roma. Los ciudadanos, los peregrinos, los turistas y todos los que estaban de paso han experimentado la típica fase que precede al Jubileo, con la multiplicación de las obras grandes y pequeñas. Esta tarde es el momento de una reflexión de sabiduría, para considerar que todo este trabajo, más allá del valor que tiene en sí mismo, ha tenido un sentido que corresponde a la vocación propia de Roma, su vocación universal. A la luz de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar, esta vocación se podría expresar así: Roma está llamada a acoger a todos para que todos puedan reconocerse hijos de Dios y hermanos entre ellos.
Por eso en este momento queremos elevar nuestro agradecimiento al Señor porque nos ha permitido trabajar, y trabajar mucho, y sobre todo porque nos ha permitido hacerlo con este sentido grande, con este horizonte amplio que es la esperanza de la fraternidad.
El lema del Jubileo, "Peregrinos de esperanza", es rico de significados, en función de las diferentes posibles perspectivas, que son como otras "vías" de la peregrinación. Y una de estos grandes caminos de esperanza sobre el que caminar es la fraternidad: es el camino que he propuesto en la Encíclica Fratelli tutti. ¡Sí, la esperanza del mundo está en la fraternidad! Y es hermoso pensar que nuestra Ciudad en los meses pasados se ha convertido en un lugar de obras para esta finalidad, con este sentido general: prepararse para acoger hombres y mujeres de todo el mundo, católicos y cristianos de otras confesiones, creyentes de toda religión, buscadores de verdad, de libertad, de justicia y de paz, todos peregrinos de esperanza y de fraternidad.
Pero tenemos que preguntarnos: ¿esta perspectiva tiene un fundamento? ¿La esperanza de una humanidad fraterna es solo un eslogan retórico o tiene una base "rocosa" sobre la que poder construir algo estable y duradero?
La respuesta nos la da la Santa Madre de Dios mostrándonos a Jesús. La esperanza de un mundo fraterno no es una ideología, no es un sistema económico, no es el progreso tecnológico. La esperanza de un mundo fraterno es Él, el Hijo encarnado, mandado por el Padre para que todos podamos convertirnos en lo que somos, es decir hijos del Padre que está en los cielos, y por tanto hermanos y hermanas entre nosotros.
Y entonces, mientras admiramos con gratitud los resultados de las obras realizadas en la ciudad – damos las gracias por el trabajo de tantos, tantos hombres y mujeres que lo han hecho, y doy las gracias al señor alcalde por este trabajo de llevar adelante la ciudad -, tomamos conciencia de cuál es la obra decisiva, la obra que involucra a cada uno de nosotros: esta obra es esa en la que, cada día, permitiré a Dios cambiar en mí lo que no es digno de un hijo - ¡cambiar! -, lo que no es humano, y en lo que trabajaré, cada día, para vivir como hermano y hermana de mi prójimo.
Nos ayude nuestra Santa Madre a caminar juntos, como peregrinos de esperanza, en el camino de la fraternidad. El Señor nos bendiga, a todos nosotros; nos perdone los pecados y nos dé la fuerza para ir adelante en nuestra peregrinación en el próximo año. Gracias.