Introducción
Autenticidad y Canonicidad de la Carta
Destinatarios
Ocasión y finalidad de la epístola
Doctrina de la epístola
Lengua y estilo
La 2P y la epístola de Judas
División

Introducción

Autenticidad y Canonicidad de la Carta

No hay duda que la epístola se presenta como una carta del apóstol San Pedro. El autor se identifica claramente, llamándose Simeón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo. Se considera testimonio de la transfiguración sobre el Tabor; recuerda la predicción de su muerte hecha por Cristo. Afirma haber escrito anteriormente una carta a sus lectores, aludiendo indudablemente a la primera epístola de San Pedro. Y habla de San Pablo, presentándolo como su colega en el apostolado.
Por otra parte, del examen interno de la epístola parece deducirse que la carta pertenece a la última época de la edad apostólica. A veces el autor parece hablar de los apóstoles como si no formara parte de ellos. La primera generación cristiana parece ya haber desaparecido, los padres han muerto. Ya se había llegado a formar una colección, aunque tal vez incompleta, de las epístolas de San Pablo. La parusía ya no se presenta tan inminente como en la primera epístola de Pedro, pues algunos se extrañan que no haya llegado. La diversidad de estilo, de vocabulario y preocupaciones de cada una de las dos epístolas parecen reflejar dos ambientes y dos épocas diversas.
Teniendo en cuenta estas divergencias y las razones que parecen abogar por una época de composición un tanto tardía, no es de extrañar que, ya desde la antigüedad, los escritores se hayan preguntado si ambas cartas habrían sido escritas por un mismo autor.
El origen apostólico de la 2P es difícil de probarlo históricamente por deficiencia de la tradición antigua de la Iglesia y por las razones arriba indicadas. Falta en el Fragmento Muratoriano (hacia 150); la Iglesia siríaca no la recibió hasta el siglo VI. La tradición patrística no nos habla de la autenticidad petrina de esta epístola hasta el siglo III. Tertuliano (c. a.240) no la cita, ni San Cipriano (248). Orígenes (255) es el primer escritor eclesiástico que la cita, el cual, aunque personalmente cree que la epístola es de San Pedro, confiesa que se discutía su autenticidad petrina. Eusebio de Cesárea (f 340) la coloca entre el número de los escritos antilegómena, es decir, entre los libros cuya autenticidad era discutida; y él personalmente no la considera como canónica.
San Jerónimo (420), haciéndose eco de estas dudas, escribía a principios del siglo IV: "(Pedro) escribió dos epístolas que son llamadas católicas, la segunda de las cuales muchos niegan que sea de él a causa de la diversidad de estilo con la primera." Y en otro lugar explica él mismo esta diferencia de estilo, diciendo: "Las dos epístolas que llevan el nombre de Pedro difieren entre ellas tanto por el estilo como por el carácter. Por donde descubrimos que, según las necesidades, se ha servido de diversos intérpretes."
Sin embargo, encontramos en la tradición patrística testimonios en favor de la canonicidad de la 2P. El canon del codex Claromon-tanus, que es antiguo, contiene la 1P y 2P. También en el papiro Bodmer IX, del siglo III, se encuentra la 2P. Firmiliano, obispo de Cesárea de Capadocia (269), en la Epístola a Cipriano, afirma que "los santos apóstoles Pedro y Pablo, en sus epístolas, execraron a los herejes y nos amonestaron a huir de ellos." Como la 1P no habla para nada de los herejes, hay que concluir que Firmiliano se refiere a la 2P. Metodio, obispo de Olimpo, en Licia, casi contemporáneo de Firmiliano, cita 2P 3, 8 como obra apostólica y, por lo tanto, canónica. San Atanasio (373 admite la 2P sin mencionar ninguna duda, y la cita varias veces. Lo mismo hace San Gregorio Nacianceno (390). También San Basilio (379) cita la 2P como una autoridad que dirime una discusión. San Ambrosio (397) cita la 2P como escritura sagrada. El concilio de Laodicea (360-365) y las Constitutiones Apostolicae, atribuyen dos epístolas a San Pedro. El concilio Hiponense (a.393) considera las dos epístolas de San Pedro como canónicas. El III y IV concilios de Cartago (3.397 Y 459) admiten en el canon la 2P sin hacer ninguna distinción de la 1P.
Por consiguiente, a partir de la segunda mitad del siglo IV, se puede decir que existe ya acuerdo moralmente unánime entre los testimonios de la tradición sobre el origen apostólico y la canonicidad de la 2P. Sin embargo, J. Chaine observa: "Por lo que se refiere a la autenticidad de la 2P, la tradición tiene numerosos testimonios favorables, pero también ha conservado el recuerdo de controversias y de negaciones. La tradición no es suficiente, por lo tanto, para zanjar la cuestión de saber si la epístola es o no es de San Pedro. Ante las incertidumbres de la tradición, la respuesta pertenece sobre todo a la crítica interna."
Los autores modernos están divididos por lo que se refiere a la autenticidad de la epístola. Unos defienden que San Pedro es el autor de la epístola. Y explican las divergencias en el estilo y en las ideas, así como la insistencia del autor por identificarse con San Pedro, por el hecho de haber utilizado el apóstol un nuevo secretario-redactor distinto del de la 1P. Otros creen que el autor se ha servido de un seudónimo o de una ficción literaria. Y atribuyen la epístola a un cristiano de cultura helenística, aunque perteneciente a la raza judía. Este cristiano, probablemente discípulo de San Pedro, habría compuesto la carta hacia el año 80. Se propone transmitir una enseñanza apostólica, como lo demostraría la insistencia del autor por identificarse con San Pedro. Emplea la seudonimia, corriente entre los judíos de aquella época, para mejor acreditar su epístola.
Esta segunda solución está de acuerdo con la decisión del concilio de Trento, que, sin zanjar la cuestión de la autenticidad, coloca la epístola entre los escritos canónicos.

Destinatarios

Esta epístola va dirigida, como la 1P, a los cristianos convertidos de la gentilidad que vivían en Asia Menor. Porque de ellos se dice que desde hace poco tiempo se han visto libres de las contaminaciones de los paganos. Pero están en peligro de perder la fe y las buenas costumbres a causa de los falsos maestros. Estos, viciosos y soberbios, transforman la libertad cristiana en licencia, esforzándose en dividir la comunidad de los fieles. Desprecian la enseñanza de los apóstoles y rechazan la doctrina referente a Cristo y a los ángeles. Se rebelan contra la jerarquía eclesiástica. Son hombres licenciosos entregados a los bajos instintos de la carne.
San Pablo ya les ha escrito para ponerles en guardia contra los que tentaren apartarlos de la verdad evangélica, especialmente por lo que se refiere al juicio del Señor y a su parusía. Tal vez se aluda a la epístola de San Pablo a los de Éfeso, que tiene el carácter de una circular.
¿Quiénes eran esos herejes o malos cristianos contra los que habla la epístola? Sabemos que desde la segunda mitad del siglo I después de Cristo en el Asia Menor existían herejes que introducían costumbres licenciosas, que repudiaban la doctrina referente a Cristo y a los ángeles y se entregaban a especulaciones, que hacían presentir la gnosis sistemática del siglo II. Las semejanzas existentes entre los impíos de la 2P y los discípulos de Carpócrates o los arcónticos no bastan para probar la composición tardía de esta epístola.  

Ocasión y finalidad de la epístola

De lo dicho a propósito de los destinatarios, resulta claro que el apóstol, habiendo recibido noticias inquietantes sobre la actividad nefasta de esos herejes en las comunidades cristianas del Asia Menor, se decide a escribirles. Quiere ante todo animarlos y exhortarlos a resistir valientemente a los atractivos del mal, a vivir cristianamente y a guardar intacta su fe en la parusía del Señor.

Doctrina de la epístola

Dos son los puntos principales que toca la 2P: la parusía y la guarda de una fe incontaminada. La 2P se sitúa en una perspectiva claramente escatológica. A partir de la resurrección, la humanidad está viviendo en la última fase de su historia. Espera la llegada del día del Señor, que marcará el fin del mundo presente e inaugurará una era de justicia. La enseñanza dogmática principal de la 2P es la certeza de la parusía y las sanciones que la acompañaran. Es en función de esta espera como ha de ser resuelta la alternativa entre la virtud cristiana y la vida licenciosa de los herejes. La garantía de esta fe son los oráculos de los profetas y la enseñanza de los apóstoles.
Dios es considerado como creador, juez universal, justo y misericordioso. La Trinidad es prácticamente profesada: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Jesucristo es llamado Dios y considerado como Hijo de Dios. El es nuestro Señor y Salvador, que ahora es glorificado por siempre (2P 3, 18) y reina como soberano sobre el reino eterno. El es el autor de la fe y de los dones que la acompañan (2P 1, 2ss). Vendrá el día del juicio, es decir, la parusía, a premiar a los buenos y a castigar a los malos.
El Espíritu Santo es inspirador de los profetas y de las Escrituras. Estas toman su valor de la inspiración divina. Las cartas de San Pablo forman también parte de estas Escrituras inspiradas.
El hombre, redimido por Jesucristo, recibe de El la fe, que está basada en el conocimiento íntimo, perfecto, de Dios y de Jesucristo. La fe crece por la práctica de las virtudes. Defiende al hombre del pecado y le garantiza el acceso al reino eterno. La fe trae como consecuencia el hacer al hombre partícipe de la vida divina, es decir, le da la gracia, que es presentada por 2P como una participación de la naturaleza divina. El hombre debe crecer en la gracia y en el conocimiento de Jesucristo y estar preparado para el juicio divino. 

Lengua y estilo

El estilo de la 2P es, en general, bastante fluido, con cierta tendencia al énfasis oratorio. El vocabulario es bastante elegante y a veces un tanto rebuscado. En las partes polémicas de la epístola la frase se hace a veces retorcida, llena de anacolutos, de transiciones menos elegantes, de repeticiones insistentes. A pesar de lo reducida que es la epístola, contiene 56 hapax legómena, de los cuales 33 no se encuentran en ninguna otra parte de la Biblia. La 2P está escrita, como dice el P. Abel, en un griego aprendido de los libros. Es, por lo tanto, un griego correcto, y demuestra que el autor poseía una buena cultura griega.
Aunque ciertas palabras o expresiones sean semejantes a las de la 1P, el lenguaje de la 2P difiere bastante de la 1P; es menos sencillo, menos afectivo. Ideas análogas son expresadas con palabras completamente diferentes. Un mismo ejemplo da lugar a interpretaciones muy diversas.
Las diferencias de estilo entre ambas epístolas son atribuidas por San Jerónimo a dos secretarios diversos que habrían ayudado a San Pedro en la composición de las dos epístolas.

La 2P y la epístola de Judas

Por el contrario, existe grande afinidad entre la 2P y la de Judas. A veces el paralelismo es tan estrecho que no se podría explicar adecuadamente por una común dependencia de otra fuente. El saludo y la despedida son muy semejantes en ambas epístolas; las doctrinas características son las mismas (Cristo preexistente, criterios de la ortodoxia, etc.), los adversarios son los mismos. El orden y la concatenación de ideas son frecuentemente las mismas; a veces incluso las palabras y las expresiones son idénticas. Tanto en la 2P como en Judas se encuentran las mismas recomendaciones. Por consiguiente, existe indudable dependencia entre ambas. ¿Cuál es la primera? La mayoría de los críticos creen que la epístola de Judas es anterior, como lo demuestra su estilo más conciso, más espontáneo, más claro. Los retoques y refundición redaccional pertenecen a la 2P. Se puede decir que toda la epístola de Judas está incorporada en la 2P. Confrontando ambas epístolas, resulta claro que el autor de la 2P conoce el texto de Judas y omite algunas cosas intencionadamente. Se explica bien que Pedro haya pasado por alto los textos de Judas que se inspiraban en obras apócrifas y podían comprometer su carta. Por el contrario, sería difícil admitir que Judas los haya añadido intencionadamente a la diatriba de Pedro contra los falsos cristianos. Además, en la 2P encontramos los ejemplos bíblicos de Noé y de Lot, cuya supresión en Judas sería difícil de explicar en el caso de admitir la dependencia de Judas respecto de Pedro. Por otra parte, si Judas hubiera conocido la carta de Pedro, sería difícil comprender por qué ha conservado únicamente la parte central relativa a las aberraciones de los falsos doctores. Varios textos de la 2P sólo son plenamente comprensibles si se confrontan con los lugares paralelos de Judas. 

División

La 2P, además del saludo inicial y la exhortación y doxología final, consta de tres partes:
1. Saludo (2P 1, 1-2).
2. Exhortación a la santidad (2P 1, 3-21).
a) La liberalidad divina (2P 1, 3-11).
b) El testimonio apostólico (2P 1, 12-18).
c) La palabra profética (2P 1, 19-21).
3. Los falsos doctores (2P 2, 1-22).
a) El peligro que suponen (2P 2, 1-3).
b) Las lecciones del pasado (2P 2, 4-10).
c) El castigo futuro (2P 2, 11-22).
4. El día del Señor (2P 3, 1-16).
a) Exhortación a creer en la parusía (2P 3, 1-2).
b) La incredulidad de los falsos doctores (2P 3, 3-4).
c) Su reputación (2P 3, 5-10).
d) Exhortación a prepararse convenientemente para ese día (2P 3, 1-16).
5. Exhortación y doxología final (2P 3, 17-18).